El secretario de Derechos Humanos de Presidencia de la República, Nelson Villarreal recibió a Revista Martes en su despacho y llamó a abandonar una noción abstracta, idealista e ingenua de los Derechos Humanos para asumir que son una conquista que supone tensiones y conflictos.
Villarreal asumió la Secretaría en setiembre de 2016, tras la renuncia de Javier Miranda y planteó un enfoque en Derechos Humanos para el período 2017-2020 con énfasis en democracia, desarrollo, cultura, educación e involucramiento ciudadano.
¿Cuál es el rol de la Secretaría de Derechos Humanos en relación a otras instituciones de Derechos Humanos?
La secretaría tiene el rol de la rectoría de los derechos humanos en el Ejecutivo, la transversalización del enfoque de derechos humanos en la política pública. Su rol es ver cómo se acrecientan los derechos humanos y es una diferencia importante respecto a la Institución Nacional de Derechos Humanos, mi rol no es de denuncia, ni de control, sino de seguimiento y monitoreo. Algunos Ministerios en sus áreas sectoriales tienen divisiones que tienen que ver con los derechos humanos.
¿Sería bueno que todos los Ministerios tengan un área de derechos humanos o es innecesario?
Eso es parte de la discusión, la clave está en que la
política pública funcione con enfoque en Derechos humanos porque una política
puede ser eficiente y estar violentando los derechos humanos. Lo importante no
es que existan áreas de Derechos Humanos sino que se pueda entender la política
sectorial con enfoque de derechos humanos.
¿Cuáles fueron los principales lineamientos para 2017-2020?
Cuando hablamos de derechos humanos no lo podemos
desprender de lo que es la construcción de la democracia y lo que es la construcción
de un proyecto que genere equidad efectiva, porque sino el enfoque termina
siendo algo voluntarista, normativo. A veces los juristas tienden a plantear lo
normativo, y no ven cómo son los procesos de construcción social.
La dualidad de la estructura uruguaya que tiene la mayor cantidad de normativas
y tiene dificultades en muchos planos, somos la legislación más progresista, más
inclusiva pero luego la estructura sociocultural no se apropia de ese proceso.
Una visión de derechos humanos supone un cambio cultural, implica visualizarlo como construcción democrática y salirnos de esta dualidad de entender los derechos humanos como una cuestión abstracta o una cuestión fragmentada. Instalar la cosmovisión de los derechos humanos centrada en la dignidad de las personas.
Al hablar de cambio cultural, estamos hablando a largo plazo, pero qué pasa con las situaciones de emergencia, como los privados de libertad o los adictos que no pueden acceder a un tratamiento, donde el Estado es uno de los principales violadores de los derechos humanos.
Quien garantiza los derechos o viola los derechos es el Estado. Reconocer que Uruguay es una democracia plena, no es desconocer que aún hay sectores a los que se le violan los derechos humanos y esto es importante para no perder la perspectiva, porque Uruguay ha logrado consolidar una visión y práctica de derechos humanos pero tiene colectivos, sectores sobre los cuáles se atentan sobre los derechos, como la no resolución del pasado reciente, la desigualdad estructural con los afro descendientes, el acceso de las personas con discapacidad a determinados servicios, los uruguayos que están en el exterior y no tienen derecho al voto, o los privados de libertad que en muchos casos se ha logrado acrecentar derechos pero en otros no. Hay que ver el proceso, hay un conjunto de debes y de concreciones.
En esa tensión hay que ver cómo Uruguay ha ido acrecentando en su transición hacia la utopía de una sociedad donde se respete la dignidad de todas las personas en la comunidad y en el hábitat. Y reitero esto porque ese respeto de la dignidad de las personas puede estar en conflicto con intereses y hay que tenerlo claro. Lo importante es tener una apropiación de los derechos humanos a partir de una realidad, de las no personas que se transforman en personas. Pérez Aguirre decía que hay que poder reconocer que hay sujetos que no son reconocidos como personas, y para ello tienen que ser parte de una conquista de igualdad que reposiciona las estructuras de poder, esto para sacar a los derechos humanos de la idea abstracta, idealista e ingenua. Los derechos humanos son una conquista social que supone tensiones y conflictos.
«Los derechos humanos son una conquista social que supone tensiones y conflictos».
Hay un un problema con lo que se llama el pacto político y social que Uruguay tiene que resolver rápidamente y no solo mirarlo sectorial o partidariamente. Si no se tiene un pacto social sobre qué queremos hacer con las personas que están recluidas o qué queremos hacer con la inclusión social, el debate se torna inviable.
Si se logra hacia un próximo gobierno, hay que ponerse el desafío de innovar. No hay que tener miedo a reconocer que una política pública funcionaba y ya no funciona,
El gran tema es cómo se aborda y gestiona la incertidumbre, estamos ante un cambio civilizatorio, una reformulación del maco ideológico político en la región, ante un ciclo de políticas que están llegando a su techo y requieren innovación y necesidad de autocrítica, hay que tomar estos procesos y no perder las perspectiva.
Uno de los grandes temas que es necesario comunicar es tratar de aportar capacidad de análisis crítico, porque si no es la defensa cerrada a lo que se hace o la crítica cerrada. El tema es ese, yo no tengo ningún problema en decir que el Estado uruguayo viola los derechos humanos, vamos a situar dónde y cómo y qué es lo que se está haciendo porque sino quedamos atrapados en esa dualidad, la defensiva o el ataque.
«No tengo ningún problema en decir que el Estado uruguayo viola los derechos humanos, vamos a situar dónde y cómo»
¿Cuál es la incidencia de ese pacto social en torno a los derechos humanos a la hora de hacer política pública?
La realidad es dinámica, no podemos partir del supuesto de que todos estén de acuerdo en forma espontánea, porque los derechos humanos son una conquista social, hay una lucha. Uruguay durante el siglo XX y a partir de lo que se concretó como la estructura del Uruguay social que tiene que ver con el batllismo, se construyó sobre la base de un conflicto social, donde el interés ruralista tuvo que ceder a esta idea de igualdad social y se construyó un imaginario de igualdad sobre el concepto de educación para todos, y que está en el imaginario y es real que cualquiera que viene del exterior dice “a pero ustedes se consideran todos iguales, está instalado”. Eso construyó un imaginario hubo una estructura de pacto social que no fue dialógica sino de mayorías que se impusieron a determinadas minorías que crearon un reconocimiento del sistema político uruguayo. Toda la última mitad del siglo XX es una crisis de ese pacto social. Lo que ha sucedido es que la recuperación de 2003 y todo este período es el proceso de la construcción de un nuevo pacto social.
Lo que está haciendo el progresismo hoy es incorporar a sectores que estaban quedando afuera como los trabajadores rurales, los derechos para las trabajadores as domésticas o construir el imaginario de cuidados. El pacto social no cabe la menor duda que tiene que tener la racionalidad del acuerdo.
Hoy hay una insuficiencia de comprender cómo se gestiona el conflicto en forma generalizada y cual es la relación entre la comunicación y esos procesos, qué es lo que se amplifica en las redes. `La construcción de un pacto social es una estructura de poder, mayorías que se imponen a minorías, que no puede ser de forma absoluta, pero el reconocimiento de un imaginario que sea inclusivo, lo que se instaló en ese pacto es que se amplió en inclusividad. Esta ampliación de inclusividad, supone una relación con el desarrollo que hace que los costos de derechos humanos comiencen a tener una discusión, porque tener seguridad social, tener salud, tener educación, reconocimiento a los colectivos tiene costos.
El año pasado fue muy criticada la indemnización que otorgaba la ley trans a una parte de ese colectivo.
Ahí lo que yo preguntaría a las personas que cuestionaron eso es cómo efectivizan el principio de igualdad y no discriminación, porque el tema no es sumar reconocimiento de derecho a colectivos, porque ese puede ser un error hasta de la propia izquierda. No es una cuestión de sumar colectivos para acrecentar derechos. Es cómo se concreta, como se efectiviza el principio de igualdad y no discriminación. Todas las personas somos iguales, pero somos diferentes y en ese ser iguales y diferentes, emerge la discriminación. En su dignidad de persona, está siendo privado de ser reconocido como persona, no es porque pertenece al colectivo trans, o al colectivo personas con discapacidad, es porque en su condición de dignidad de persona no puede concretarse la igualdad porque es discriminado. Es muy importante no situarlo en una sumatoria de colectivos.
Una de las cosas que hay que hacer en este reconocimiento de la dignidad de todas las personas es salirse de la ideologización y reconocer a la persona en sí misma y ver en qué medida su condición la sitúa en una vulnerabilidad. Si los derechos humanos son solo una expansión de las conquistas, probablemente estén hegemonizados por quienes tienen mayor poder. Los derechos humanos tiene que ser una conquista que parte del reconocimiento de aquellos seres humanos que están en mayor vulnerabilidad.
«Salirse de la ideologización y reconocer a la persona en sí misma y ver en qué medida su condición la sitúa en una vulnerabilidad»
No tenemos que pensar en fragmentos, que es lo que a veces pasa en los afrodescendientes, en las mujeres, en los niños, en los gays, en la discapacidad, tenemos que pensar en qué personas están en mayor vulnerabilidad.
Algunos no están organizados en colectivos
Es el caso de las personas en situación de calle, era el caso de las mujeres trans, es el caso de los migrantes con mayores dificultades o los privados de libertad. Los derechos humanos no son de las personas honestas, son de todos y aquel que comete un delito deberá responder pero no pierde los derechos humanos. Este reconocimiento es importante no solo desde lo conceptual si no en cómo se ejecuta la política pública de derechos humanos, que tiene que salirse de quedar atrapada en la demanda de colectivos, porque quizás tiene que ser voz o afirmar derechos de aquellos que ni siquiera lo están planteando”.