E
l balotaje en Perú dio como ganador a Pedro Castillo por 44.263 votos de ventaja, una cantidad mínima que refleja la polarización extrema que dividió al país. Ahora proclamado presidente electo, el candidato de Perú Libre (izquierda) enfrenta un gran reto: lograr consensos para la gobernabilidad.
En porcentajes, Castillo venció con el 50,126 por ciento de los votos frente a su rival Keiko Fujimori, de Fuerza Popular (derecha), que obtuvo el 49,874 por ciento; lo que equivale a decir con justicia que prácticamente la mitad de Perú no quiso ver al izquierdista en el poder, por lo que su gobierno, que asumirá el 28 de julio, carece de gran respaldo ciudadano.
En ese sentido, Castillo, un candidato que fue resistido principalmente por sus intenciones de instaurar un modelo de corte socialista, tendrá que entrar a la arena política bajo vigilancia de un fuerte sector ciudadano que, si bien puede desear cambios principalmente en el modelo económico neoliberal, no desea que éstos sean radicales. Hay que mejorar el sistema, pero no desaparecerlo de un plumazo, es más o menos el sentir de muchos.
Por otro lado, según sondeos, en los sectores deprimidos de la sociedad, la razón principal del voto por Castillo es la esperanza de un cambio positivo en la economía, pero no se apunta al socialismo específicamente como la solución.
Visto así, las ideas que abraza la izquierda peruana, muy en particular el cambio de Constitución que viene persiguiendo por años, son asuntos ajenos a la ciudadanía o que ésta rechaza: según un sondeo de Datum hecho en junio, el 77 por ciento de peruanos estaba en contra de un cambio total de la carta magna.
BANCADA INSUFICIENTE
Para Castillo, un político que inició su campaña anunciando expropiaciones y que al final terminó rechazando estas intenciones quizá para no espantar votantes, la moderación parece ser un deber si es que desea tener a la ciudadanía de su lado, y más aún considerando que mucho de su respaldo en las urnas se basó más en el rechazo a Keiko Fujimori, una política muy cuestionada y con un proceso judicial grave por corrupción en el caso Lava Jato.
Por otro lado, Perú ha sufrido una inestabilidad política marcada por enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo en los últimos cinco años y que terminaron con el país teniendo cuatro presidentes en ese lapso como consecuencia, directa o indirecta, de varios pedidos de destitución impulsados por el Congreso, con el fujimorismo entonces como su fuerza mayoritaria.
Lamentablemente para el mandatario entrante, las elecciones congresales sólo le dieron 37 curules en un parlamento de 130 integrantes, una bancada que no le ofrece un respaldo que le garantice que el Legislativo no va a repetir la oposición obstruccionista que sufrieron los presidentes de los últimos cinco años.
Sin embargo, existe un factor que podría jugar a favor de Castillo: luego de conocido el conteo oficial y la inminente derrota de Keiko Fujimori, Fuerza Popular se dedicó a una campaña intensa por deslegitimar el balotaje, denunciando que hubo fraude más allá de que nunca presentó ninguna prueba y con la OEA, la Unión Europea, los EEUU, Canadá, el Reino Unido, además de todas las misiones de observadores internacionales destacando la transparencia de las elecciones.
Esto, que ha sido interpretado por muchos sectores políticos y ciudadanos como un intento de «petardear» las elecciones, finalizó cuando, agotadas todas las salidas para evitar una derrota por vías legales, Fujimori aceptó los resultados del balotaje, pero afirmando que no reconocerá a Castillo como «presidente legítimo», insistiendo en que «algún día se sabrá la verdad» sobre el fraude que, insiste, sucedió.
Todo lo que hizo Fujimori para denunciar un fraude podría ser una ventaja para Castillo porque, a medida que pasó el tiempo, la actitud de Keiko fue perdiendo apoyo. Según un sondeo del Instituto de Estudios Peruanos del 22 de junio, un 69 por ciento de peruanos desaprobaba el comportamiento que estaba teniendo la candidata derechista luego del balotaje.
FUJIMORI SOLA
Por otro lado, como consecuencia de una actitud que se podría calificar de poco acertada, las demás tiendas políticas, antes aliadas de Fuerza Popular, han ido optando no sólo por reconocer la victoria de Castillo sino por acercarse a él. Salvo el partido Renovación Popular, ubicado en el espectro de la extrema derecha, ninguno avala el calificativo de ilegítimo sobre el ganador.
Durante las últimas semanas y frente al cansino e inconsistente discurso fujimorista de un fraude, el presidente electo ha recibido la visita o respaldo de los líderes o miembros de Alianza Para el Progreso (centroderecha), Victoria Nacional (centroderecha), Juntos por el Perú (izquierda), Avanza País (derecha), Somos Perú (centroizquierda), Partido Morado (centroizquierda) y Acción Popular (centroizquierda).
Todos, salvo Victoria Nacional, tienen representación en el Congreso, y aunque ninguno, salvo Juntos por el Perú, se ha plegado a las ideas más «de izquierda» de Castillo, parece que estos acercamientos apuntarían a tender puentes en donde el punto medio tendría que ser lo que se persiga para evitar un nuevo enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislativo.
Visto así, sin una bancada numerosa, al presidente electo le quedaría como opción más prudente moverse hacia el centro si no desea tener en contra un Congreso que, durante los últimos años, ha demostrado ser una institución oscilante en sus simpatías, pero feroz en sus antipatías. (Sputnik)