El periodista español conversó con Revista Martes sobre su libro Contra la Neutralidad, que reflexiona sobre la distancia ideal que deben tomar los periodistas a través de las vidas de Rodolfo Walsh, John Reed, Robert Capa, Edgar Snow y Ryzard Kapu?ci?ski. También habló de las leyes regulatorias de medios en AL y de lo que catalogó como una «falsa libertad de expresión». Serrano es miembro del consejo de redacción de las revistas Mundo Obrero, El Otro País y Pueblos y fundador de Rebelión.org.
Contra la neutralidad ¿Se trata de una nueva propuesta para el ejercicio del periodismo?
No es nada nuevo. Se trata de recuperar la pasión, el compromiso y el sentimiento que esos cinco periodistas ya tuvieron en el periodismo. Es nuevo en la medida en que lo moderno, lo de moda, lo que ahora se intenta propugnar por parte de las empresas es, según dicen ellos, una neutralidad, una imparcialidad y una objetividad que todos sabemos que no existe y que de hecho las empresas periodísticas no la aplican, pero se las exigen en las formas a sus periodistas para impedir que el profesional pueda poner en práctica el compromiso con una causa justa que haya podido percibir en el lugar en el que está trabajando.
¿Cual cree que el futuro del liberalismo en la prensa, considerando que libertad de expresión, es también libertad de manipulación, en las actuales condiciones de organización del trabajo periodístico?
El liberalismo lo que hace es que habla de libertad de expresión o de libertad de prensa como libertad de empresa. El problema del modelo de mercado con la comunicación es que siempre que ellos hablan de derechos y libertades se hace en el marco de una estructura económica en la que ellos tienen el poder, la capacidad, la logística, las finanzas y la tecnología para poder llevarlo acabo. Hay que recordarles que lo que tenemos que reivindicar es el derecho a informar y estar informados. El que un oligopolio de empresas pueda difundir la información, no quiere decir que los ciudadanos tengamos nuestro derecho a informar. Que ese oligopolio decida qué es lo que se va a contar y qué es lo que no se va a contar, no quiere decir que se garantice el derecho de los ciudadanos a estar informados. Hay que crear mecanismos de participación ciudadana, de democratización de los medios de comunicación, algo que el mercado nunca va a hacer. Hay que garantizar que se acabe muchas veces la impunidad para mentir y para manipular que tienen los grandes medios. Cuando se establecen legislaciones para que no mientan, una vez más se vuelven a escudar en la libertad de expresión, en una falsa libertad de expresión para seguir manteniendo sus privilegios.
En los últimos años, con el movimiento de indignados en España parece que se generaron canales alternativos de tratamiento de la información
En mi opinión el movimiento de indignados en España está en una situación demasiado ambigua, desorganizada y anárquica, lo cual le impide establecer propuestas concretas consolidarse organizativamente, ser operativo en los objetivos e incidir en la política. Está bien que la gente se enfade con un sistema económico injusto y con medidas políticas y económicas saqueadoras de los ciudadanos, pero evidentemente, una segunda parte es organizarse acabar con ese sistema netamente asambleario, no operativo, que no incide en la política, hay que mejorar muchas cosas en ese movimiento. No tiene sentido estar debatiendo en una plaza, mientras unos gobernantes de derecha siguen debatiendo en el Parlamento cuáles son los próximos derechos ciudadanos que nos van a quitar.
¿Cómo ve este proceso de surgimiento de leyes regulatorias de prensa en América Latina?
Me parece francamente saludable. Me parece que hace falta que los poderes públicos que la ciudadanía organizada, cree reglamentos que garanticen que la gente consuma información veraz, que la gente no sea engañada que existan mecanismos de participación de los sectores sociales de los medios de comunicación, bien porque sean propiedad del Estado o propiedad colectiva, que se limite la acción de bancos o grandes capitales en los medios de comunicación porque distorsionan la pluralidad. Creo que son muy saludables, es una envidia para España o para Estados Unidos o para Europa. Los ritmos en AL de cada país son diferentes porque cada uno tiene su propia idiosincrasia y se enfrenta a coyunturas diferentes. Los gobiernos tienen sus perfiles y sus matices pero si hay una palabra que caracteriza a las legislaciones latinoamericanas es “saludable y necesario”.
¿Qué fue lo que le motivó a escribir este libro?
En los medios privados están siempre hablando de objetividad, neutralidad e imparcialidad y me resultaba muy preocupante. Ellos se dedican a decirnos que cuando la OTAN bombardea a los civiles en Afganistán, hay dos versiones la de la OTAN y la de los civiles y evidentemente no son dos versiones. Hay unos criminales, unos verdugos y luego hay unas víctimas inocentes. Creo que cuando una represa contamina un río y se quejan los indígenas no hay dos versiones, hay una multinacional que contamina un río y que acaba con la vida en una región y hay un pueblo que lucha por mantener la vida. No podemos limitar todo a dos versiones, hay casos muy evidentes de injusticia y desigualdades en las que hace falta que el periodista diga: “este es un criminal que ha tirado una bomba y este es un inocente al que le ha caído una bomba”. El periodismo moderno quiere ser aséptico y nos quiere decir que no, que hay que ser neutral y objetivo, pero en realidad no lo es; no porque el periodista tenga sentimientos y emociones sino porque las empresas son las que marcan pautas, las empresas son subjetivas conforme a los intereses de sus accionistas y sus propietarios; puesto que la objetividad es imposible, yo reivindico la subjetividad y la emoción de un periodista comprometido. Creo que –desde cualquier opción ideológica- se entenderá que elijo a cinco periodistas cuya trayectoria profesional es mítica para el futuro del periodismo.